Vivimos en la época con más posibilidades de la historia en la que uno de los principales retos que se les plantea a los jóvenes es decidir a qué quieren dedicarse una vez finalizados sus estudios.
La narrativa social tradicional, claramente enfocada en dar satisfacción a una necesidad de seguridad, nos propone que busquemos un trabajo estable, con un buen sueldo a final de mes y treinta días de vacaciones.
Sin embargo, en pleno siglo XXI, donde nada es seguro y todo cambia a una velocidad de vértigo, podría parecer que querer opositar para ser funcionario -con sus cosas buenas y sus cosas malas- se corresponde con una mentalidad del siglo pasado en el que un trabajador entraba en una empresa de la que ya no salía hasta el momento de su retiro dorado. Incluso el propio concepto de querer ejercer la misma profesión durante toda la vida parece algo anticuado.
Hoy en día, lo que se fomenta es emprender y montar tu propio negocio, hiperespecializarse con un buen máster o trabajar en alguna reconocida multinacional donde ganar experiencia. Y me parece muy bien, dicho sea de paso. Concretamente, tan bien como opositar.
Lo cierto es que nadie debería decirnos qué forma es la correcta de vivir por la sencilla razón de que no existe una única forma correcta. Depende de cada persona y de sus circunstancias.
A veces, da la impresión de que está muy arraigada la idea de que si se aprueba una oposición, se tiene que renunciar ad eternum a todas las demás opciones. Y ello no es así, siempre y cuando se esté dispuesto a asumir el coste que conlleva abandonar, temporal o definitivamente, la comodidad de una plaza fija.
Por lo que a ti respecta, ¿ te has planteado seriamente si de verdad quieres ser funcionario? ¿ Y no preferirías emprender y lanzarte a conquistar el mercado con tu idea o continuar formándote con un máster lejos de casa o hacer carrera en alguna empresa de renombre?
No pienses que pretendo confundirte pero, si estás dudando sobre qué camino tomar, escucha con atención:
No oposites si no estás completamente seguro de que eso, y no otra cosa, es lo que quieres.
De lo contrario, opositar se puede convertir en una verdadera pérdida de tiempo, energía y oportunidades. La opción de opositar ya la tienes ahí. Por eso, si dudas, no creo que sea mala decisión que primero pruebes otras cosas que también te gusten. Obviamente, cuanto antes se apruebe una oposición, mejor; pero empezar a opositar más joven, no significa que vayas a aprobar antes. Lo importante no es la edad a la que empiezas a opositar, sino es el compromiso que tengas.
Olvidamos, tal vez con demasiada frecuencia, que ir por la vida con el piloto automático encendido no suele conducirnos a buen puerto, o no, por lo menos, al puerto que habíamos soñado. Empezar a opositar sin tener las ideas claras y por mera reacción al mercado laboral actual conlleva un riesgo enorme, como es verte atrapado en medio de una oposición en la que no quieres continuar, pero de la que no te atreves a salir por miedo al cambio.
No es una situación agradable en la que podrías llegar a encontrarte sin ni siquiera saber cómo has terminado ahí.
Tomar la decisión de opositar no es fácil y requiere de un ejercicio de reflexión y madurez importante para el que no siempre se está preparado. Formamos parte de una sociedad infantilizada en la que no se fomenta que pensemos demasiado ni demasiado pronto. No nos han enseñado a ver lo que queremos, sino a querer lo que vemos.
Pregúntate:
¿ Qué te ilusiona lo suficiente como para dedicar toda tu energía durante los próximos años?
¿ Por qué quieres hacerlo? Y, lo que es más importante,
¿ Estás dispuesto a pagar el precio?
El futuro se construye a base de las decisiones que tomamos cada día, así que no estaría mal que te aislaras del ruido y te tomaras un tiempo antes de empezar a opositar para pensar en lo que de verdad quieres hacer con tu vida.
Exponte a nuevas posibilidades más allá de las que ves en tu entorno familiar y tu círculo de amistades pues opositar es sólo una de las muchas opciones que tienes y sólo debes elegirla cuando te sientas comprometido al máximo con el reto que implica.
Comprometerse con la oposición no significa » voy a opositar a ver si apruebo», sino » voy a opositar hasta que apruebe» . Comprometerse, implica descartar cualquier resultado que no sea el aprobado.
La diferencia entre aprobar o suspender, entre estar encerrado estudiando más o menos años, estará en la determinación que demuestres cada día. Cuanto más quieras aprobar, cuanto más dispuesto estés a luchar por tu objetivo; más cerca estarás de conseguirlo.
Sólo con esa actitud debes opositar, pues sólo con esa actitud conseguirás aprobar.
Es un desafío enorme, lo sé muy bien, pero no lo es menos la recompensa.